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Capítulo VIII: La nota

Adivinad lo que se encontró Manuel al salir de la cama, bajo su puerta.

Carta SNA

"Mierda, una nota de mi madre."

Fue lo primero que pensó, pero después, se dio cuenta de que estaba escrita con palabras argentinas, y su mamá era chilena.

"Mierda, Martín se ha disfrazado de mi madre."

Razonamiento en la cabeza de Manuel ahora mismo: 0%.

¿Qué era eso de Guerreros Élite? Primera razón por la que ir a la biblioteca. Pero antes, le dio la vuelta al folio, y ponía:


"PD: Si vas a mandarme cartas también, la dirección la he puesto abajo. Ah, no creas que soy tu ma, soy Martín. Ah, ¿a que mola mi letra? jeje. Ah, suerte. Ah no, eso ya lo dije."

Dios mío.

Manuel estaba dispuesto a escribirle. Haría el gilipollas, pero sería la mejor opción, debido a que el profe explicó que a las misiones no se podían traer móviles.

Cogió papel y lápiz y comenzó a escribir.

Carta SNA 2


"En verdad me mola mi letra."

Egocentría nivel: 40%.

Manuel fue pitando a mandarla a correos. No había ni un alma en el pasillo.

Por si no lo sabéis, Manuel y Tiare están aún así, separados. Manuel está en 1º de bachillet, y Tiare está es 3º de la ESO. Están separados por rejas electrificadas, pero se hablan por Skype. Guay, pero no mola.

Pegaron a la puerta.

— ¿Quién carajos es?

— ¡Hola, Manuel! ¡Soy tu profesor!

Manuel abrió la puer... NO. ¡Estaba sin camiseta! ¿Dónde la dejó?

— ¿Abres?

— ¡Un momento!

¡¡No la encontraba!!

— ¿Manuel?

— ¡No encuentro mi... no encuentro una cosa, si puede esperarse un poco más se lo agradecería, yo y... yo y mis... bueno...!

— ¿Los calzoncillos?

— La camiseta.

— Debajo de la cama, tal vez.

Manuel le hizo caso y miró bajo la cama... ¿cómo había adivinando ese vejestorio que estaba ahí?

— ¡Ya está, ahora abro!

Manuel cogió su libreta, hizo la cama, lo ordenó todo y abrió la puerta.

— ¡¿MIGUEL?!

— Jeje, ¡hola alumno!

— Ostie Miguel, ¿tú no vas a la misión?

— ¡Yo llegué hace un año nada más! Aún me queda un rango purra ser Élite, y Martín me aconseja todos los días cuando terminamos las clases. Antes de que tú llegarras, nos quedábamos en clases, y el maestro le cedía la pizarra. Me empezaba a explicarr, ¡y ahorra me toca a mí enseñarrte!


¡Escuchar mientras!

— ¡Empecemos con calentamiento! ¡Haz todas las flexiones que puedas en lo que voy a contarr de tiempo!

— ¡Se supone que esto no sería una clase física!

— ¿Quién dijo eso? ¡Menos habrra y más flexiones!

— Vaya con el puto...

Manuel se cicló a hacer flexiones. De seguro que no hizo tantas en toda su vida...

— ¡Ya vale!

Miguel dio la alarma y Manuel cayó rendido. Dios mío qué locura...

— Esta es la parte física. Tienes que ejercitar más tus músculos... purr lo menos hasta que lleguen los otros... ¡Diez vueltas al campo!

— ¿Estás en broma?

— Jeje

— Hijo de puta... Ya voy...


Manuel dejó los libros sobre su pupitre. Eran alrededor de 25 los que tenía.

— ¡Ahora empecemos con la clase de teoría!

— Martín...

— Soy Miguel.

— No, que estoy llamando a Martín.

— Dame el móvil.

— No, no por el móvil.

— ¿Dónde está?

— En la conchinchina.

— Ah... Bueno, abre el libro por la página 56, voy a explicarte lo que es el Círculo Celestial.

— De acuerdo...

— El Círculo Celestial se encuentra en el centro del mundo, protegido por una barrera de color magenta oscuro. En ese círculo, existen distintas marcas de elementos. Esos elementos somos nosotros. Si alguna vez alguien lograse entrar y borrar alguna de los signos, el equilibrio mundial se desataría y sería una catástrofe. Martín y los Guerreros Éltite y Paladín están luchando por la protección de esa misma barrera y que no sufra graves daños...

— Entonces Martín y todos son como héroes, ¿no?

— Se podría decir así. Pero resulta que... la del hielo no se encuentra el el Círculo Celestial.

— ¡¿Cómo?!

— Yo dije lo mismo. Es extraño de oír, pero la naturaleza no puede controlar el hielo. Están en busca de la marca... oye, ¿y ese parche?

— Mi padre me lo puso cuando nací... ostie pues ya es bastante tiempo.

— ¿Me enseñas qué hay detras?

— No.

— Vale, te comprendo.

En ese mismo momento, se interrumpió la clase, el altavoz estaba sonando.


Se ha producido un robo en el banco del instituto. ¡Pedimos por favor que... José Manuel González, principiante; y Miguel Alejandro Prado, Semi-Élite se presenten en recepción!

— Alejandro...

— ¡Cállate! No me gusta que me llamen Alejandro...

Ambos bajaron corriendo. Bueno, Migue se convirtió en un águila y bajó volando. Allí, en recepción, estaba el director.

— Buenas. Queremos que pilléis al ladrón.

— ¡Qué light te lo tomas, Antonio! ¡¡Es un maldito robo!! ¡Vamos, Migue!

Antonio se sorprendió ante el bocabulario de el chico. Tras ello, sonrió, satisfecho.

Los otros dos jóvenes estaban recorriendo todo el instituto. Tras varias horas de inspección, Manuel divisó al ladrón y lo detuvo congelando sus pies.

— ¡Migue, lo tengo!

Manuel fue a acercarse al ladrón, cuando de repente se abrieron agujeros a sus pies. Hizo un camino de hielo, pudiendo quedarse ahí, a salvo. El ladrón... bueno, ladrona al parecer. La ladrona, hizo oscurecer sus ojos grises, y se convirtieron morados. Empezaron a aparecer espíritus color magenta por todos lados.

En aquel momento, Miguel llegó transformado en Cóndor. Hizo sonreír a Manuel [1].

Miguel se transformó en Anaconda y se enroscó en la chica, que empezó a patalear como una posesa. Mientras, Manuel iba congelándola pegada al suelo.

— Llamaré a Antonio —propuso el moreno.

— Okey bro.

Manuel corrió, le contó a Antonio lo ocurrido y al final lograron arrestar a la presunta ladrona...

— ¡¿Vicky?! —Manuel no cabía en sí de asombro. ¿Su vecina estaba tras todo esto...?

— ¿Manuel? —respondió ella— ¡¡Manuel!!

— ¿Le conoces? —Antonio preguntó esto a Manuel con un tono muy grave. Tras decir esto, tosió.

— Ahám. Era mi vecina... ¿Pero qué haces aquí?

— ¡Algún día desataré los elementos y seré la única que pueda detenerlos! ¡Tendré el control de todo y...! Ehm, mi poder, como ves, es el de las sombras. Eso es una pequeña pista. ¡Chao!

La chica se esfumó e hizo caer las esposas al suelo. Manuel no podía creerse que su vecina tuviese esos sueños de malvado de película...

Pero no.


— ¡Manuuuuuuuuuuuuuuuuuu!

— Martín.

Martín corrió a que "Manu le recibiese", pero en cambio se llevó una torta a respuesta del achuchón que le dio. María ardía en celos nuevamente, y los demás saludaron a Miguel.

— ¡No sabés lo que me ha pasado!

— No, ni me interesa.

— ¡Me da igual!" Mira, estábamos en la metrópoli más moderna del universo, entonces...

Y siguió hablando.

Si no hay otro remedio, mejor escuchar a un Élite, ¿no, señor Manuel?

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Anotaciones de la escritora[]

  1. Cóndor andino, los Andes, en Chile lol
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