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Capítulo II: La otra Dimensión

El secretario hizo caer las gafas sobre su nariz.

— ¿Cómo dicen? ¿Que sus padres se pelean y no les gusta el asunto? —estaba perplejo y con la boca abierta.

— Venga, no es pa' tanto —dijo el moreno—. Al fin y al cabo, comensaba a acostumbrarme pero Dios mío, por poco no matan a mi hermana. Y me hago responsable de su vida, ya que no tiene a padres que "se preocupan por ella".

— Entiendo —tamborileó con las dedos en la mesa mientras se ajustaba las gafas otra vez—. Veo que eres un chico muy responsable. ¿Notas en Primaria?

— Sobre.

— ¿Secundaria?

— La acabé de terminar: Sobre.

— ¿Todo? ¿Es posta? Se te ve descuidado.

— Si de verdad quiere puede examinarme ahora mismo. De verdad que no me incumbe lo que quieran hacer, sólo quiero escapar de esa masacre de platos rotos, mal habla y...

— Es suficiente. Es de noche, y veo que eres formalito. Pasa por la puerta y buca tu habitación y la de tu hermana: 501.

— Gracias.

Pasaron por una puerta, y tras ella, millones de estudiantes corrían atareados de arriba a abajo, saliendo y entrando de sus habitaciones, sudando y a medio vestir. Era por la noche y todos iban al comedor a cenar, y no se debía ir desarreglado.

— 490... 495... 499... ¡501! —Tiare iba haciendo ondear su falda plisada en el aire, contando las habitaciones que veía.

— Entra, vamos a cambiarnos...

En ese mismo momento, Manuel sintió cómo una mano que no era la de su hermana se posaba en su hombro. Se dio la vuelta aún shockeado por el repentino susto, y detrás de él estaba un chico alto, bien vestido, rubio, ojos verdes y un mechón de medio metro que salía de su cabeza.

— ¿Sos nuevo?

El acento no le resultaba agradable. Aún así tenía cara de ser amigable...

— Em, "somos" nuevos... Mi nombre es Manuel y ella es Tiare...

— ¡Genial! —los ojos del rubio brillaron como esmeraldas, y se reflejaban en los de Manuel— Mi nombre es Martín, vengo de Argentina y... creo que eso ya se notaba... ¡pero espero que te guste este Internado! Si no sabés dónde están los cosos y eso, podés preguntarme, no problemo. ¿Te importa si te llamo Manu?

Su sonrisa era... atrayente. De oreja a oreja.

Tiare agarró el brazo de su hermano frunciendo el ceño y diciendo algo como "Como le toques sólo sabrás pronunciar la letra 'a' "

Martín se dejó llevar y empezó a girar, como si le hubiese tocado la lotería.

— Bueno, eso. Llamame' cuando no entendás algún sistema o yo que sé~

Y se retiró, tan pancho.

Al doblar la esquina, entró en su cuarto y encendió una mini-pantalla que tenía instalada en su reloj. Su expresión cambió totalmente a una imagen de semblante completamente seria y decidida.

— Creo que lo tengo.

— ¿Cómo que crees? —una voz grave respondió al otro lado del reloj-pantalla— ¡¿Qué tipo de análisis es ese?! Dime cómo es y su habitación.

— Bueno —Martín se rascó la cabeza tragando saliva—, es bajito, de al menos 1'70 m, tiene unos ojos color ámbar bastante apagados, su pelo es castaño oscuro y a mi punto de vista es tímido, serio, nada ingenuo, lindo... ejem, es decir, es el típico niño "pequeño pero matón". Su habitación es la 501, creo.

— ¿Y quién no es bajito comparándose contigo? —dijo esto con un poco de ironía— Igual, gracias por la información.

— ¿De verdad creés que es él? Yo no estaría tan seguro de que el poder de un elemento se rflejase en "él", es decir, el hielo debería de haber escogido a alguien más... positivo, creo yo.

— Assiah sabe lo que hace, Gehenna, tierra de demonios, observa las acciones de Assiah y, nosotros, nos encargamos de controlar a ambas —el tono grave pasó a ser más reconfortante y tranquilo, parecía la típica voz ronca de un hombre mayor—. Y bueno, te esperaré hasta que regreses con el chico. Para entonces, haremos una fiesta de bienvenida por completar su misión.

— Gracias viejo.

— Ah, otra cosa —interrumpió—. ¿Su hermana sabe sobre esto, verdad? ¿Y su familia?

— Desde que nació Tiare, sus padres se lo contaron a la niña. Se lo han tenido callado al pibe todo este tiempo —el rubio se ajustó el cuello de la camisa—. Así que supongo que si nos lo llevamos así de repente, no le incumbirá mucho y Tiare sabrá de qué se trata.

— ¡Perfecto! —el descomunal grito de alegría hizo estremecer a Martín— ¡Ya es casi nuestro! Ya sabes qué hacer: cuando muestre su poder, le coges del brazo, paras el tiempo con ese botón tan raro que tienes en tu reloj, lo reseteas y te lo llevas. Procura no hacerle daño o se desatará una tormenta con vientos helados de 500 km por hora.

— ¿Exagerado? Nah, no creo —ironía, ironía...—. Bueno. Pero no podríamos... ¿dejarlo? ¿Libre?

— Si lo dejásemos y aún tuviese poder, podría acabar con todo Assiah. Ten cuidado, ese muchacho tiene más poder de lo que te imaginas.

— Sí señor.

Se cortó la llamada.

Martín abrió una rendija con su puerta, mirando hacia fuera.


— Tiare, termina que entraste a las 11 y son las 1 de la mañana.

— ¡Voooy! ¡Es que me volví a caer!

Manuel se puso la mano en la cara.

— Entonces yo me voy a acostar ya. Buenas noches. Acuérdate del pijama, lavarte los dientes y eso.

Y así, el mayor se fue a dormir.

Bajo las sábanas, estaba pensando en aquel chico. Aquel chico rubio y despreocupado, aquel que fue a darle la bienvenida por toda la cara y sin ninguna idea de con quién estaba hablando. Por lo que podía entender, él era muy introvertido y odiaba a todos, especialmente espanta a la sociedad.

¿Tal vez la cosa esté cambiando?


Un cruasán, un batido de chocolate y mermelada. El contenido de la bandeja de desayuno de Manuel.

Estaba dándole vueltas con la cuchara al batido, que se movía vacilando hacia un lado y hacia otro. Seguía pensando en motivos como ese.

De repente, el contenido del vaso caliente se volvió cmpletamente hielo.

— ¿Qué coño? —soltó uno que estaba al lado de Manuel.

El moreno no sabía qué hacer. Quería que se lo tragase la tierra o algo, es como un hecho "paranormal".

— Tío, ¿cómo carajo has hecho eso? —el chico se acercó más a Manuel y acercó la cara todo lo que pudo al vaso congelado.

— Y-yo... no lo sé...

Tras él, estaba sentado Martín, que giró la cabeza para observar más de cerca lo que había ocurrido. Se levantó y se puso de pie al lado de Manuel.

El rubio sacó su móvil y le hizo una foto.

— ¿Qué haces sacándole una foto a un vaso congelado? —dijo Manuel.

Gran observación de Martín: el vaso se congeló, sin embargo la cuchara y Manuel no. Tal vez sea una pista...

— No te incumbe —soltó el trasandino—. Retírate de la mesa y ve a tu cuarto, por el bien de todos.

— Oh mierda —respondió el menor—... ¿perteneces a la poli o algo?

El tono cómico de Manuel destacaba bastante. Martín frunció el ceño, le cogió del brazo y le llevó a su cuarto. Tiare se quedó mirando y ya comprendía todo.


Después de clases, un chico de tez muy oscura abrió la puerta de su cuarto y se dio cuenta de que no estaba su móvil encima de la mesa.

Manuel estaba en la esquina apoyado, con su móvil y el "Pou" (dios xDDD).

Entonces el chico creyó que Manuel le había robado todo. Lo cogió por el cuello, haciendo caer al piso el celular.

— ¡Eu tiene mi móvil, bastardo de mierda!

Bien. Era el segundo día en el Internado y ya se estaba buscando peleas.

— Yo no tengo nada.

— ¡Oh, sí, sí que tienes!

Martín estaba pegado a la esquina mirando a escondidas la situación.

— ¡¡Deja mi cuello!!

Entonces, explotó algo color celeste claro alrededor del brasileño. Estaba congelado.

Manuel se soltó fácilmente y observó a distintas perpectivas lo que había hecho. Era como el vaso.

Martín abrió los ojos como platos, paró el tiempo e hizo lo que el tipo del móvil le dijo que hiciese.

Se abrió un portal color rojo oscuro, cogió a Manuel del brazo y se lo llevó. Destrás estaba Tiare, sonriendo y diciendo adiós con la mano.

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